Su idea básica es correcta: cambiar a una estructura impositiva que desaliente los ahorros menos estimularía mayores ahorros e inversiones, un crecimiento más rápido del capital por trabajador y, como resultado, mayores salarios e ingresos. Sin embargo, la clave para aprovechar esta idea no es cambiar quién está sujeto a impuestos, sino cambiar lo que está sujeto a impuestos. La “teoría fiscal óptima” nos dice que todos los ingresos del capital (intereses, dividendos y ganancias de capital) deben estar libres de impuestos, tanto a nivel individual como corporativo. Hacerlo estimularía la secuencia de acumulación de ahorro-inversión-capital descrita anteriormente, y también alentaría la inversión a permanecer en casa en lugar de fluir al extranjero en busca de desgravaciones fiscales. Todo eso contribuiría a un crecimiento más rápido en ingresos y salarios.
Tenga en cuenta también que un sistema impositivo en el que el ingreso de capital no está sujeto a impuestos es equivalente a uno en el que se imponen impuestos al consumo en lugar de a los ingresos. Una forma de imaginar tal sistema es que sume todas sus fuentes de ingresos, como ahora, pero luego deduzca todos sus ahorros netos durante el año: todas sus contribuciones a cuentas bancarias, fondos mutuos, etc.
Existen dos barreras principales para la adopción de dicho sistema tributario: política e implementación.
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La barrera política surge del hecho de que eliminar los impuestos sobre el ingreso de capital de hecho reduciría la carga tributaria de los ricos, porque, como usted dice, los ricos ahorran una mayor parte de sus ingresos. La eliminación de los impuestos sobre el ingreso de capital fomentaría una mayor desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza, lo que probablemente sería impopular incluso si los salarios aumentaran como resultado del cambio.
La solución a este problema radica en el hecho de que un impuesto al consumo puede aplicarse de manera progresiva, al igual que un impuesto sobre la renta. Para preservar el mismo nivel de progresividad incorporado en una determinada estructura del impuesto sobre la renta, las tasas marginales de impuestos sobre el consumo tendrían que ser más altas que las tasas marginales sobre los niveles correspondientes de ingresos. Para moderar el aumento requerido en las tasas impositivas marginales, también ayudaría a eliminar las exenciones impositivas, que en la práctica tienden a ser regresivas.
El segundo problema en la transición a dicho sistema sería hacer cumplir la distinción entre el ingreso personal y el consumo, que estaría sujeto a impuestos, y el ingreso corporativo, que no lo estaría. Esto crearía la tentación de crear “corporaciones” fantasmas cuya única función era hacer cosas por sus propietarios (poseer automóviles, barcos o casas) que de otro modo generarían un consumo imponible a nivel personal. La capacidad de suprimir ese tipo de trampa sería esencial para la implementación de un impuesto al consumo progresivo.
Puede leer más sobre impuestos óptimos en dos fuentes: “Impuestos óptimos en teoría y práctica”, por N. Gregory Mankiw, Matthew Weinzierl y Danny Yagan, http://pubs.aeaweb.org/doi/pdfpl… y en Mankiw’s Sí, r> g. ¿Y qué?